domingo, 9 de marzo de 2008

Inclusión - Exclusión

CARZOLIO, María Inés (coord.): Inclusión/exclusión. Las dos caras de la sociedad del Antiguo Régimen. Rosario-Argentina, Prohistoria. 2003.
Compuesto por ocho capítulos, a través de lo cuales sus respectivos autores se dedicaron a interrogar los avatares de la inclusión y la exclusión en la Europa del Antiguo Régimen, el libro coordinado por María Inés Carzolio -con prólogo de Bernard Vincent- se caracterizaría por apelar a una pluralidad de opciones temáticas y de enfoques teórico-metodológicos, por un lado, y por abordar un aspecto de la historia europea a la luz de unos interrogantes formulados en un contexto extra-europeo, por el otro. En efecto, ambas características permitirían comprender el carácter caleidoscópico de la obra en cuestión así como el espíritu de la apuesta historiográfica que sus páginas atesoran, es decir, el singular desafío de escribir la historia de Europa desde la Argentina.
Puede decirse que el factor común que acrisola a las investigaciones aquí reseñadas es el supuesto teórico relativo al carácter transaccional e inestable de las relaciones de poder. Un fértil punto de partida, que le permite a los autores poner de relieve la heterogeneidad así como la ubicuidad de unos conflictos en los cuales confluyen tanto unos componentes político-culturales como otros económico-sociales. De allí que el tratamiento de la cuestión pueda progresar a través de las páginas de este libro más allá de la multiplicidad de actores, instituciones, territorios, ideas y prácticas en torno de los cuales los autores configuraron sus argumentos.
Ahora bien, más allá de aquel innegable umbral compartido, la lectura detenida de cada uno de los trabajos reunidos permite descubrir no sólo la singular intensidad de cada uno de los casos abordados, sino también la amplia gama de recursos analíticos e historiográficos a la cual echaron mano sus autores. De cualquier manera, mientras un primer grupo de trabajos se dedicaría a historiar ideas y representaciones, un segundo se volcaría a escrutar las prácticas que, al igual que aquellas, buscaron fraguar un orden estable que fuera capaz de administrar y superar los desafíos que emanaban de la diferencia, sea esta religiosa, racial, social, económica o política.
En el primer grupo se ubicarían los trabajos de Enriqueta Bezián de Busquets, Judith Casali de Babot y Guillermo Salvatierra, Diana Bianchi, Lourdes Peruchena, Elisa Caselli y Raquel Nieman, dedicados de manera respectiva a estudiar “La Minoría hugonote en Francia: orden y conflicto”, “El problema del racismo en el siglo XVIII. Una cuestión de poder y de exclusión”, “En una mano la vara y en la otra el pan”. Mendicidad y vagancia en la visión ilustrada de la España el siglo XVIII”, “Los gozos y las sombras. Prostitución y prostitutas en el discurso de los ilustrados españoles”, “La controversia judeocristiana y la reelaboración permanente de la imagen del otro. Castilla, siglos VI-XV” y “La minoría judía en Alemania: una visión a través de la Deutsche Encyclopädie”. Mientras que en el segundo grupo se hallarían los trabajos de María Luz González y María Inés Carzolio, “Camarillas cortesanas, exorcismos y destierros. Caminos para la exclusión política a fines del siglo XVIII” y “...Porque todo vivamos en paz e cocncordia e ordenadamente e en regimiento los buenos usos e costumbres antiguas...Orden y conflictividad en la Cantabria de los siglos XVI a XVIII”.
En este sentido, los trabajos del primer grupo rastrean el cúmulo de ideas y representaciones que fueron creadas en torno de grupos específicos: “hugonotes”, “esclavos negros”, “vagos” y “mendigos”, “prostitutas” y “judíos”, tanto “castellanos” como “alemanes”. Inscriptas en una amplia gama de textos de la época, leyes, canciones populares, reglamentos, periódicos, informes etnográficos, obras literarias, memorias, relatos de viajes, escritos teológicos, diccionarios y enciclopedias, etc. dichas ideas poseerían un valor normativo pues, al identificar y definir los contornos de unos actores configuraban al mismo tiempo los de unos problemas. Pues, ¿cómo conciliar las tensiones provenientes de la inclusión de unos “súbditos” hugonotes en el seno de un Estado de confesión católica, de unos “vagos” cuya marginalidad atentaba contra la “utilidad” de la sociedad, de unas “prostitutas” que impugnaban la división de los roles y espacios destinados por los hombres para las mujeres?. De hecho, si aquellas ideas articulaban argumentos sobre unos grupos, las representaciones que le subyacerían los dotarían de vida, es decir, los tornarían en sujetos tangibles y reconocibles para el conjunto de la sociedad y de los poderes que la regían. Es decir, los transformaban en unos “traidores”, unos “sang-mêles”, unos “vagabundos”, unas “putas” o bien en una “nación judía”. De allí que los trabajos en cuestión dejen al descubierto un tipo de economía cognitiva en la cual, dichas ideas y opiniones, si bien sintetizaban una cuestión, también le otorgaban una entidad social y política. Pues, por medio de aquella se creaban los cauces para regir y fundamentar el comercio negrero, para identificar a los judíos castellanos, o bien para “integrar” a la vez que disolver las singularidades culturales de los judíos alemanes.
Por su parte, los trabajos del segundo grupo se adentran en el terreno de las prácticas políticas. El estudio de casos le permite a sus autoras reconstruir algunos de los contextos institucionales y de los comportamientos políticos que se desarrollaron en el seno del entramado conformado por la Monarquía Hispana. De hecho, ambos trabajos arribarían a definir los contornos de por lo menos dos lógicas políticas, esto es, las referidas a las estrategias desplegadas por la alta nobleza cortesana, por un lado, y a los saberes jurídicos y costumbres esgrimidas por los miembros de la oligarquía concejil y las gentes del común, por el otro. De allí que la corte y la aldea se transformen en unas magnitudes acotadas en las que resulta posible identificar los pormenores, las tácticas y los recursos usados por los grupos y los individuos involucrados en la obtención de “distinciones” como en la concreción de la “paz pública” o en la defensa de “los recursos y aprovechamientos colectivos”. Por ello, en la apelación al “destierro” de los Grandes, a la “ley de Dios”, a las “ordenanzas”, a las “cencerradas” y a la “murmuración”, etc. que sendos trabajos identifican sería posible observar tanto los componentes como el despliegue de una cultura política que, tras la consecución del orden, habría definido las fronteras de la inclusión y el status de sus actores. Un objetivo que más allá de haber sido fraguado por medio por la retórica de las ideas o de las prácticas se inscribiría como uno de los vectores fundamentales para comprender el devenir histórico de la Europa de la primera Modernidad, tal como lo pone de manifiesto la sugerente indagación sostenida por cada uno de los trabajos reseñados.
Marcelo Fabián Figueroa (UNT)

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