martes, 25 de marzo de 2008

Suplemento Señales - Diario La Capital


La dictadura en la escuela: indagaciones del pasado en la revista Prohistoria
La última dictadura militar halló en los ritos escolares el modo de canalizar el imperativo de perfección de la vida espiritual a partir del cual era definido el proceso educativo. Los ritos de institución acentuaron creencias ya instaladas en el sistema educativo y se constituyeron en los medios más eficaces para la naturalización de significados.
Uno de los calendarios del período incluía un apartado de catorce páginas dedicado a normativizar el uso y tratamiento de los símbolos. Se sostenía que las transgresiones a las normas vigentes para el tratamiento y el uso de los símbolos se debían al "deterioro sufrido por el país en sus diversos aspectos e instituciones". Como consecuencia de ello, la escuela había sido afectada por "concepciones despersonalizantes, materialistas y antinacionales", "acción ideológica disolvente, tendenciosa y disociante". Por lo tanto, autoridades escolares y docentes debían "asumir plenamente la responsabilidad de la importante función que la Nación les ha delegado". El ejercicio de la docencia debía ser "prédica y acción formativa permanente". El texto omitía definir y caracterizar el deterioro institucional porque las fuerzas armadas, en tanto que actor político, se hubiesen visto involucradas en un análisis que indagara en las razones de la crisis de la esfera político-institucional. Entonces, lo que era un problema político se representaba como una lesión al sentimiento patriótico.
Entre los ritos fundamentales se contaba el juramento a la bandera. El Calendario Escolar Unico de 1981 transcribía los textos a utilizar para prometer lealtad a la bandera por parte de los alumnos de séptimo grado del nivel primario, para la toma de juramento de los alumnos que egresaban del nivel medio y el de la proclama de la juventud a leer por un alumno en el acto de juramento a la bandera. Los calendarios escolares prescribían en detalle el tratamiento que debía darse a los símbolos, la bendición de la bandera por parte de sacerdotes católicos, la recitación de oraciones al símbolo y la participación del alumnado en actos religiosos.
Más que una religión civil, se buscaba lograr una total identificación entre los ritos seculares y los religiosos. En el marco de la cooptación del sistema de enseñanza pública por el discurso educativo de la Iglesia católica, el ministro de Educación, Eduardo Sutter Schneider y el subsecretario de Educación, José Carlos Marí Rousseau, al referirse a la escuela como "canalizador y promotor comunitario", señalaban que dicha función se cumplía:
"Cuando reconociendo explícitamente la dimensión trascendente del hombre, el ámbito escolar se transforma no sólo en templo de saber sino en ámbito de vivencia y crecimiento en la fe, sin excusas reglamentarias y fundamentalmente asegurando las oportunidades de una efectiva educación integral. [Esto se ponía de manifiesto, según los funcionarios, en la] Autorización habitual para que sacerdotes y religiosas usen instalaciones escolares para desarrollar actividades de evangelización."
Se prescribían en detalle los comportamientos que debían asumir los alumnos en relación con la bandera, estableciéndose una homologación entre abanderados y soldados:
"Los alumnos que tendrán el honor de izar, arriar, conducir y acompañar la Bandera Nacional [...] no podrán renunciar a este honor por razones de carácter religioso o de cualquier otra índole que invocaren. El no cumplimiento de estas normas constituirá falta grave y se sancionará hasta con medidas expulsivas. [...] En los casos en que se hallen presentes las FFAA de la Nación [en actos fuera del local escolar] el abanderado prestará atención a las voces de mando del jefe de las tropas, ejecutando los movimientos que se ordenen."
Las ediciones del diario El Litoral dan cuenta de la importancia otorgada a los rituales, que eran reforzados por las conmemoraciones indicadas en los calendarios: a las tradicionales se sumaron el "Homenaje al Centenario de la Conquista del Desierto" y la "Recordación de la recuperación de las islas Malvinas". Otras celebraciones, de origen religioso, también fueron introducidas a través de resoluciones ministeriales. En la visión de las autoridades, los ritos de institución estaban llamados a restaurar un sistema de valores y unos esquemas de interpretación que habían sido relativizados por lo que se denominaba acción ideológica disolvente en el sistema educativo.

La propaganda militar

En el marco de lo que a nivel nacional se denominó acción cívica de las fuerzas armadas, se daba a conocer la participación del Ejército y de la Armada en la erradicación de escuelas rancho del norte provincial, así como los actos en los que las guarniciones militares entregaban banderas a las escuelas. En algunos casos, las instituciones militares oficiaban de padrinos de las escuelas y los jefes militares tomaban el juramento de la bandera a los alumnos. En ocasiones como esas, los jefes militares exaltaban la acción de las fuerzas armadas e instaban a los docentes a redoblar sus esfuerzos en la inculcación de los valores nacionalistas.
Ejemplo de esto lo constituye el discurso del teniente Braga, del Comando de Artillería 121 quien, en un acto escolar hacía referencia a la "definitiva reorganización nacional" e instaba a "no permitir jamás que nuestra celeste y blanca sea reemplazada por otra que pretenden imponernos los agentes de la violencia y la corrupción".
El Ministerio de Educación involucró a docentes y alumnos en actividades que transmitían la idea de un destino histórico y un mandato de rechazo a todo aquello que atentara contra la nacionalidad. El boletín los instaba a participar en concursos sobre cuestiones limítrofes en el sur argentino, explotación de los recursos marítimos, fauna marítima, islas del Atlántico sur y Antártida. Se implementaron concursos y campañas dirigidos a todos los niveles del sistema educativo provincial: "Historia naval"; "El niño, la Escuela y el Ejército"; concurso fotográfico "Construyendo la Patria"; campaña "Azul y blanco".
Los concursos implementados en la provincia constituyeron estrategias para acercar a las fuerzas armadas a la población e involucrar a docentes y alumnos en actividades centradas en los significados nacionalistas. El propósito radicaba en reforzar la idea de un destino histórico que habría nacido con la revolución de mayo y, en esa tradición, se ubicaba el mandato de rechazo a todo aquello que se considerara sospechoso de atentar contra la nacionalidad.∏
El proceso, revisitado
El número 11 de Prohistoria, revista que dirige Darío G. Barriera, incluye entre otros artículos "Dictadura y memoria: el conflictivo contrapunto entre las memorias de la dictadura en Rosario", de Gabriela Águila; "Fútbol, Autoritarismo y Nación en Argentina 78", de Diego Roldán, y "Centros clandestinos de detención. Algunas reflexiones sobre cómo abordar su estudio: el caso de Rosario, 1976-1983", de Roberto Román. El texto que se publica es un fragmento de "Nacionalismo y catolicismo en la educación pública santafesina (1976-1983)", de Fabiana Alonso. Como editorial, se incluye la carta de Chicha Mariani a su nieta, secuestrada por la policía bonaerense en noviembre de 1976 y todavía no recuperada.

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