PRESENTACIÓN
Esta reedición de Mercado Interno y Economía Colonial. Tres siglos de historia de la yerba mate parte de una decisión que para la mayor parte de los amantes de los libros de historia quizás no requiera de justificación alguna. En tal caso, lo que ameritaría ser explicado es el motivo por el cual, tras haberse agotado su edición de 1983, no tuvo este destino mucho antes de ahora.
Sin embargo, un objeto, el libro editado por Enlace-Grijalbo, y la obra que ese objeto materializaba y que hoy reponemos en versión facsimilar, tienen para sus editores –María del Rosario “Tatato” Baravalle y quien escribe– un sabor muy especial: alrededor suyo podemos evocar las circunstancias de un encuentro cuyas proyecciones en el tiempo y los proyectos no supimos imaginar.
Profesora la una y estudiante el otro, Mercado Interno… nos convocó en clases de trabajos prácticos, horarios de consulta y, desde luego, en exámenes.[1] Más tarde, “Tatato”, docente enjundiosa, devino en querida amiga primero, compañera en equipos de investigación después –de nuevo el libro en el medio, imprescindible para los que estudiamos los “años coloniales” de la historia santafesina– y desde hace una docena de años, compinche inseparable de aventuras intelectuales como la de organizar una revista –de la que es Secretaria de Redacción y a la cual Juan Carlos Garavaglia apoyó desde su minuto cero– o, en plena crisis delarruista, la menos racional de todas las propuestas: la de encarar un sello de edición de libros.
Este sello nos permite, ahora, en el marco de una crisis diferente –a estas alturas suponemos que es obvio para toda la humanidad que en la Argentina nunca estamos en otro estado que no sea el de crisis– hacer posible que un libro que tanto nos gustaba, que tanto nos gusta, pueda regresar a los anaqueles de las librerías. Y nos encanta poder hacerlo.
Además de significar mucho en nuestras vidas como docentes, investigadores, colegas, editores y amigos, Mercado interno y economía colonial es uno de esos libros que han generado algo fuerte. No estoy pensando en el citation index, ni trato de encontrar el justo adjetivo para designar su sitial en el interior de la historiografía latinoamericana: me refiero a que ha conmovido a quienes se zambulleron en sus páginas y que, algunas veces, produjo ese tipo de emociones, ese tipo de instantes en los cuales la gente decide qué hacer por algunos años. Este libro gestó el (seguramente protestón) orgullo del maestro de su autor, el respeto de sus pares y la admiración de cuantos pudieron acceder a su lectura. Habrá cosechado con él, su autor, amores y algún que otro odio. Pero sobre todo, por planteo de conjunto, por una página luminosa o por tres frases preclaras que dan justo en el centro del asunto en cuestión, definieron el gusto por la historia de quién sabe cuantos estudiantes; es uno de esos libros a los que en una nueva edición no se le hacen correcciones ni enmiendas porque su presente y su futuro se deben a lo que fue.
Cuando un libro es mentado sin decir su título y su existencia puede ser referida de manera inequívoca pronunciando el nombre –¡cuántos nos hemos referido a él diciendo prestame o traeme “el Garavaglia”!–, cuando los años pasan, su autor ya cuenta con varios libros en su haber (y todos están en tu biblioteca), y el libro sigue siendo identificado de esta forma… no hay ninguna duda, estamos frente a un clásico.
Tanto “Tatato” como yo tenemos en nuestras respectivas bibliotecas personales la edición de Enlace precozmente destrozada y muy usada aún después de su desguace –ya que, como lo dice Jorge Gelman con mejor pluma en su bellísimo prólogo, la encuadernación era su único defecto. Pero no imaginábamos siquiera remotamente en alguna de aquellas clases de finales de 1986, en el segundo piso de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, lo que ahora –gracias al autor, pero también al oficio y el cariño que ponen con nosotros en esta tarea Daniel Pesce y Liliana Aguilar– estamos concretando.
Mercado Interno cumple 25 años y esta, su primera edición argentina, es nuestro sincero homenaje a un libro que debió haber sido argentino pero no lo fue y a la restitución de las garantías constitucionales y los mecanismos institucionales de la democracia formal en nuestro país (dicho rápido y desprolijamente, “al retorno de la democracia”).
Darío G. Barriera
Rosario, 16 de mayo de 2008
[1] No se llegaba a la apertura de sus páginas sin pasar antes por el rito iniciático que suponía la por entonces todavía obligada lectura del número 40 de Cuadernos de Pasado y Presente (entre nosotros, el PyP 40), roturación indispensable para comprender luego las propuestas que Garavaglia hacía sobre todo en la última parte de su obra).
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