BARRIERA, Darío G. Conquista y colonización hispánica. Santa Fe la Vieja (1573-1660), Nueva Historia de Santa Fe, Tomo 2, Editorial del Diario La Capital, Rosario, 2006, 216 pp.
Este segundo volumen de la Nueva Historia de Santa Fe examina la invasión, ocupación y conquista del territorio rioplatense por los europeos. En el mismo, abordando los procesos desde la Historia Social, el autor propone analizar las relaciones entre equipamiento del territorio, espacio, economía y política. El tomo se halla dividido en ocho capítulos, en los que se analizan los años que van desde 1573, fecha de fundación de la ciudad, hasta 1660, momento de su trasmuta hacia un nuevo sitio. Debemos considerar que esta es una obra de divulgación que no está pensada ni escrita para un público especializado, sin embargo mantiene el rigor necesario en el análisis de los problemas tratados.
En el primer capítulo, “Exploración y conquista del territorio del Río de la Plata”, el autor estudia, a través de los relatos de los cronistas, de qué manera se realizó la exploración del territorio, cuyo objetivo principal era el descubrimiento del paisaje y el relevamiento de datos necesarios para su posterior organización; organización realizada desde la concepción que los propios conquistadores tenían del espacio y donde aparecía como cuestión fundamental a resolver la falta de ciudades.
Considerando que la ciudad constituía, en la Europa medieval, el eje a partir del cual se organizaba el espacio, el capítulo dos, “La conquista del litoral”, se centra en examinar el proceso de creación de ciudades americanas, a la llegada de los conquistadores, como piezas claves en la organización territorial y espacial. El acto de fundación de una ciudad iba acompañado por la elección de los lugares donde debían establecerse los símbolos del poder Monárquico, esto es el rollo de la justicia, el Cabildo y la Iglesia; además del repartimiento de tierras entre sus fundadores.
En el capítulo tres, “La fundación de la ciudad: ritos, recursos, poderes y jerarquías”, ofrece una lectura de la fundación de la ciudad de Santa Fe en función de la búsqueda de caminos alternativos desde Asunción hacia el Perú. Ante la falta de pueblos y ciudades. Barriera analiza los ritos fundacionales en clave política: instalación del rollo de la justicia, nombramiento de autoridades, distribución de la tierra son los ceremoniales donde los participantes y el escenario se otorgaban cualidades entre sí. Los soldados recibían el título de vecinos, con los privilegios y obligaciones que conllevaba. Para el caso de Santa Fe, el grupo fundador estuvo constituido por hombres nacidos en el territorio americano, a los que la élite dominante de Asunción envió a la búsqueda de nuevas vías de salida al Atlántico, expulsándolos por haber protagonizado revueltas contra el orden en aquella ciudad.
En el capítulo cuatro llamado “El suelo, el lugar, su gente”, el autor aborda las características que poseía el suelo de las ciudades del Río de la Plata (Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe) a la llegada de los conquistadores y cómo, frente a la falta de minerales, estos lo percibieron siempre como muy pobre. Se detiene además en el análisis en la notoria relevancia que adquirieron, en este espacio, la presencia de los ríos y destaca, mediante el estudio de los padrones que se realizaron en la ciudad, la composición de la población que vivía en Santa Fe en este período.
En “Una sede periférica de la Monarquía Hispánica”, el capítulo cinco, se abre el análisis a partir de considerar que la ciudad adquiría sentido como parte de la Monarquía, una monarquía católica concebida como un cuerpo formado de partes que debían regirse por sus mismos principios. El autor se dedica a examinar cómo estaba integrado el Cabildo, órgano de gobierno que se instituía, en el mismo momento de la fundación de la ciudad y se designaban a los hombres encargados de sus funciones. Su composición se fue complejizando a medida que lo hizo la ciudad. Así a los Alcaldes y Regidores pronto se les sumaron escribanos, Tenientes de gobernador, Alférez Real, Fieles Ejecutores, Alcaldes de la Hermandad, entre otros oficios y fue variando al mismo tiempo, la forma de acceder a los mismos. En la ciudad junto con el gobierno aparece indisociable la administración de justicia.
Para Barriera, la administración de la justicia no recaía en un polo único, sino que en una Monarquía policéntrica el derecho era producido desde muchos centros, por lo que la potestad de los cargos que poseían ciertas personas se superponían.
En “Asuntos del común: la agricultura, el pan, el vino, los precios y el comercio”, nombre que recibe el capítulo seis de este tomo, se estudia el rol que tenía el Cabildo como sede del gobierno local y arena donde se dirimían los asuntos del común. Era en su recinto que se generaban disputas que giraban principalmente en torno a la vida de la ciudad y el bienestar de sus habitantes. El Cabildo fue el lugar donde los vecinos, únicos residentes de la ciudad que podían participar políticamente de él, discutían sobre cómo se debía domesticar el territorio y tomaban decisiones sobre la distribución de los recursos de la ciudad, los precios de estos y su comercialización; esto es la producción y la reproducción de los mismos.
En el capítulo siete “Las cuatro patas de la economía”, Barriera propone analizar, considerando las actividades productivas que se realizaban en la ciudad y de los recursos con los que contaban, cuáles fueron las riquezas de Santa Fe. Partiendo de considerar que para que la economía funcionase las cuatro patas en las que ésta se apoyaba, a saber la vid, el trigo, el ganado y el comercio, debían estar bien aceitadas. Los productos más importantes de la ciudad, junto con la carne, eran la vid y el trigo, por lo que correspondía al Cabildo vigilar que estos no escasearan. La dieta de la población dependía de ellos. El Cabildo tenía a su cargo el remate de las carnicerías, las pulperías y el control de los precios del vino y del abasto, al tiempo que debía determinar a quién pertenecía el ganado, hecho que generó no pocos conflictos; otorgaba también las licencias para vaquear y establecía el precio del ganado, que incluso se convirtió en moneda de la ciudad. El ganado aparece como un producto de comercialización más allá de la ciudad.
El último capítulo titulado “Los problemas de una pequeña urbe”, el autor lo dedica a retomar algunos de los problemas que se vivieron en la ciudad, una ciudad que se sintió constantemente amenazada, debido a que se hallaba rodeada de asentamientos indígenas que le imprimieron a la vida de sus habitantes un halo de constante inseguridad. Estos indígenas fueron vistos por los pobladores de Santa Fe como infieles a los que era necesario pacificar y convertir. Desde la ciudad, los habitantes de Santa Fe intentaron, por un lado, disciplinar también al medio, que al ingreso de los conquistadores sufrió modificaciones, pero también conocerlo como forma de prevenir cualquier desastre.
El libro cierra con el análisis sobre la trasmuta de la ciudad, el autor sostiene que los distintos peligros en el modo de vivir fueron los que llevaron a planear el traslado de la ciudad a un nuevo sitio, una medida que tardó diez años en concretarse, en 1660.
El tomo cumple con su objetivo fundamental ya que el abordaje que hace de los procesos es más que claro, sobre todo si consideramos que la obra está dirigida a un lector no especializado. La presentación de los problemas es sumamente correcto, su lectura constituye una invitación a la reflexión sobre estos y suscita la formulación de preguntas, muchas de la cuales se buscara dar respuesta en el próximo volumen.
Evangelina De los Rios (UNR)
Este segundo volumen de la Nueva Historia de Santa Fe examina la invasión, ocupación y conquista del territorio rioplatense por los europeos. En el mismo, abordando los procesos desde la Historia Social, el autor propone analizar las relaciones entre equipamiento del territorio, espacio, economía y política. El tomo se halla dividido en ocho capítulos, en los que se analizan los años que van desde 1573, fecha de fundación de la ciudad, hasta 1660, momento de su trasmuta hacia un nuevo sitio. Debemos considerar que esta es una obra de divulgación que no está pensada ni escrita para un público especializado, sin embargo mantiene el rigor necesario en el análisis de los problemas tratados.
En el primer capítulo, “Exploración y conquista del territorio del Río de la Plata”, el autor estudia, a través de los relatos de los cronistas, de qué manera se realizó la exploración del territorio, cuyo objetivo principal era el descubrimiento del paisaje y el relevamiento de datos necesarios para su posterior organización; organización realizada desde la concepción que los propios conquistadores tenían del espacio y donde aparecía como cuestión fundamental a resolver la falta de ciudades.
Considerando que la ciudad constituía, en la Europa medieval, el eje a partir del cual se organizaba el espacio, el capítulo dos, “La conquista del litoral”, se centra en examinar el proceso de creación de ciudades americanas, a la llegada de los conquistadores, como piezas claves en la organización territorial y espacial. El acto de fundación de una ciudad iba acompañado por la elección de los lugares donde debían establecerse los símbolos del poder Monárquico, esto es el rollo de la justicia, el Cabildo y la Iglesia; además del repartimiento de tierras entre sus fundadores.
En el capítulo tres, “La fundación de la ciudad: ritos, recursos, poderes y jerarquías”, ofrece una lectura de la fundación de la ciudad de Santa Fe en función de la búsqueda de caminos alternativos desde Asunción hacia el Perú. Ante la falta de pueblos y ciudades. Barriera analiza los ritos fundacionales en clave política: instalación del rollo de la justicia, nombramiento de autoridades, distribución de la tierra son los ceremoniales donde los participantes y el escenario se otorgaban cualidades entre sí. Los soldados recibían el título de vecinos, con los privilegios y obligaciones que conllevaba. Para el caso de Santa Fe, el grupo fundador estuvo constituido por hombres nacidos en el territorio americano, a los que la élite dominante de Asunción envió a la búsqueda de nuevas vías de salida al Atlántico, expulsándolos por haber protagonizado revueltas contra el orden en aquella ciudad.
En el capítulo cuatro llamado “El suelo, el lugar, su gente”, el autor aborda las características que poseía el suelo de las ciudades del Río de la Plata (Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe) a la llegada de los conquistadores y cómo, frente a la falta de minerales, estos lo percibieron siempre como muy pobre. Se detiene además en el análisis en la notoria relevancia que adquirieron, en este espacio, la presencia de los ríos y destaca, mediante el estudio de los padrones que se realizaron en la ciudad, la composición de la población que vivía en Santa Fe en este período.
En “Una sede periférica de la Monarquía Hispánica”, el capítulo cinco, se abre el análisis a partir de considerar que la ciudad adquiría sentido como parte de la Monarquía, una monarquía católica concebida como un cuerpo formado de partes que debían regirse por sus mismos principios. El autor se dedica a examinar cómo estaba integrado el Cabildo, órgano de gobierno que se instituía, en el mismo momento de la fundación de la ciudad y se designaban a los hombres encargados de sus funciones. Su composición se fue complejizando a medida que lo hizo la ciudad. Así a los Alcaldes y Regidores pronto se les sumaron escribanos, Tenientes de gobernador, Alférez Real, Fieles Ejecutores, Alcaldes de la Hermandad, entre otros oficios y fue variando al mismo tiempo, la forma de acceder a los mismos. En la ciudad junto con el gobierno aparece indisociable la administración de justicia.
Para Barriera, la administración de la justicia no recaía en un polo único, sino que en una Monarquía policéntrica el derecho era producido desde muchos centros, por lo que la potestad de los cargos que poseían ciertas personas se superponían.
En “Asuntos del común: la agricultura, el pan, el vino, los precios y el comercio”, nombre que recibe el capítulo seis de este tomo, se estudia el rol que tenía el Cabildo como sede del gobierno local y arena donde se dirimían los asuntos del común. Era en su recinto que se generaban disputas que giraban principalmente en torno a la vida de la ciudad y el bienestar de sus habitantes. El Cabildo fue el lugar donde los vecinos, únicos residentes de la ciudad que podían participar políticamente de él, discutían sobre cómo se debía domesticar el territorio y tomaban decisiones sobre la distribución de los recursos de la ciudad, los precios de estos y su comercialización; esto es la producción y la reproducción de los mismos.
En el capítulo siete “Las cuatro patas de la economía”, Barriera propone analizar, considerando las actividades productivas que se realizaban en la ciudad y de los recursos con los que contaban, cuáles fueron las riquezas de Santa Fe. Partiendo de considerar que para que la economía funcionase las cuatro patas en las que ésta se apoyaba, a saber la vid, el trigo, el ganado y el comercio, debían estar bien aceitadas. Los productos más importantes de la ciudad, junto con la carne, eran la vid y el trigo, por lo que correspondía al Cabildo vigilar que estos no escasearan. La dieta de la población dependía de ellos. El Cabildo tenía a su cargo el remate de las carnicerías, las pulperías y el control de los precios del vino y del abasto, al tiempo que debía determinar a quién pertenecía el ganado, hecho que generó no pocos conflictos; otorgaba también las licencias para vaquear y establecía el precio del ganado, que incluso se convirtió en moneda de la ciudad. El ganado aparece como un producto de comercialización más allá de la ciudad.
El último capítulo titulado “Los problemas de una pequeña urbe”, el autor lo dedica a retomar algunos de los problemas que se vivieron en la ciudad, una ciudad que se sintió constantemente amenazada, debido a que se hallaba rodeada de asentamientos indígenas que le imprimieron a la vida de sus habitantes un halo de constante inseguridad. Estos indígenas fueron vistos por los pobladores de Santa Fe como infieles a los que era necesario pacificar y convertir. Desde la ciudad, los habitantes de Santa Fe intentaron, por un lado, disciplinar también al medio, que al ingreso de los conquistadores sufrió modificaciones, pero también conocerlo como forma de prevenir cualquier desastre.
El libro cierra con el análisis sobre la trasmuta de la ciudad, el autor sostiene que los distintos peligros en el modo de vivir fueron los que llevaron a planear el traslado de la ciudad a un nuevo sitio, una medida que tardó diez años en concretarse, en 1660.
El tomo cumple con su objetivo fundamental ya que el abordaje que hace de los procesos es más que claro, sobre todo si consideramos que la obra está dirigida a un lector no especializado. La presentación de los problemas es sumamente correcto, su lectura constituye una invitación a la reflexión sobre estos y suscita la formulación de preguntas, muchas de la cuales se buscara dar respuesta en el próximo volumen.
Evangelina De los Rios (UNR)
No hay comentarios:
Publicar un comentario