EUJANIAN, Alejandro - BRODA, Vanina. El Revisionismo Histórico Argentino: difusión y recepción, en Revista Prohistoria, año VIII, nro. 8, Rosario, 2004.
El revisionismo histórico, surgido al calor de los nacionalismos de la década del ‘30, se ha caracterizado por su notable capacidad de intervención no sólo en los debates públicos sobre nuestro pasado sino, y sobre todo, en las discusiones políticas. La oferta de una visión alternativa a la propuesta por la “historia oficial” puede ser una de las claves para analizar el interés que estos planteos despertaron no sólo en intelectuales y militantes políticos sino además en una amplia audiencia que incorporó muchas de estas interpretaciones a su imaginario político-cultural. El alcance de esta recepción y el éxito de las estrategias utilizadas por el revisionismo para lograrlo no han gozado de una atención acorde en el ámbito de los estudios académicos donde los análisis se han centrado más en los debates en torno a los contenidos que en las formas de producción y circulación de esta particular visión en la sociedad.
El presente dossier, que reúne las reflexiones de Olga Echeverría, María Laura Reali, Julio Stortini, Michael Goebel, enriquece los trabajos ya tradicionales sobre el tema. Los cuatro estudios privilegian, desde los casos particulares que abordan, un eje de análisis centrado en las condiciones que hicieron posible una intervención de estas características. Esta perspectiva permite observar la compleja articulación de la historia con la política y, como señalan Eujanian y Broda en su introducción al dossier, …de los diversos modos en que las sociedades se relacionan con sus pasados al elaborar una imagen de ellas mismas.
Olga Echeverría toma el caso de los hermanos Irazusta y su reacción frente la crisis social que adjudicaban al orden democrático liberal, ampliado por la reforma electoral de 1912. La publicación del primer número de La Nueva República en 1927 –que la autora ubica como la etapa fundacional de una identidad autoritaria de derecha- buscaba un espacio de inserción no sólo político sino también intelectual. El fracaso de los reiterados intentos de los hermanos por influir en las políticas del gobierno de Uriburu y el triunfo del Yrigoyenismo en las elecciones bonaerenses de 1931 marcaron un cambio en las posturas elitistas de este grupo. En esta etapa, que la autora denomina refundacional, el radicalismo es reivindicado como una fuerza “nacional” -en contraste con el liberalismo asociado al imperialismo británico- capaz de asegurar el control de las masas a través de la figura del caudillo. El ataque frontal a lo que denominaban la “oligarquía” liberal incluía el rechazo a una historia oficial que negaba la centralidad y legitimidad del federalismo y de la figura de Rosas en la historia del país. Con la publicación de La Argentina y el Imperialismo Británico los hermanos Irazusta lograron consolidar su prestigio intelectual y ampliar su auditorio al capitalizar el descontento provocado por la firma del tratado Roca-Runciman en 1934 y el rechazo que las mayorías sentían hacia la única beneficiaria del mismo: la “oligarquía” antinacional. El seguimiento de la trayectoria de Julio y Rodolfo Irazusta le permitió a la autora observar cómo la evolución del pensamiento de estos intelectuales los fue acercando a un público más receptivo a sus planteos y a un reconocimiento en el ámbito intelectual que no se condijo, pese a su abierto carácter militante, con la inserción política que siempre persiguieron.
El trabajo de María Laura Reali nos ubica en un escenario diferente desde donde observar las estrategias de difusión del revisionismo historiográfico. El itineriario de quien fuera su máximo exponente en la otra orilla del Plata, Luis Alberto Herrera, le ha permitido a la autora ver por un lado, las formas concretas de circulación y difusión de esta corriente historiográfica en Uruguay y, por el otro, mostrar con la elección de esta figura el vínculo entre los cambios que tienen lugar en las representaciones del pasado y la actuación de Herrera en el terreno político. Líder del Partido Nacional Uruguayo por más de treinta años y actor principal en la conformación de un movimiento revisionista en Uruguay, las batallas libradas con igual vehemencia en uno y otro campo no podrían pensarse la una sin la otra. Por el contrario es al ritmo de esta interacción donde las propuestas de Herrera, tanto políticas como historiográficas, fueron redefiniendo sus tópicos y apreciaciones. Las prácticas de difusión de sus posturas tampoco escapan a esta estrecha relación entre historia y política en tanto son las mismas redes y estrategias que le sirvieron para vehiculizar sus propuestas políticas las que Herrera utilizaría para la divulgación de su producción sobre el pasado.
Historia y política es el título del trabajo de Julio Stortini quien aborda también esta relación pero a partir del seguimiento de la trayectoria del Instituto de Investigaciones Históricas Juan M. de Rosas como principal órgano de difusión del revisionismo histórico argentino durante el gobierno peronista. La ausencia de manifestaciones explícitas en las revistas y boletines publicados durante el período permiten al autor matizar las afirmaciones de Diana Quattrocchi-Woisson sobre la creciente “peronización” del Instituto cuyo punto máximo se habría dado, para esta autora, en 1951 bajo la dirección de José María Rosa. Stortini, sin embargo, cree que la convergencia entre el revisionismo y el peronismo habría tenido lugar recién después del derrocamiento de Perón. La ausencia de apoyo oficial del gobierno peronista al Instituto; la reticencia del mismo a usar el activismo nacionalista y las escasas referencias favorables a la gestión peronista en la revista le permiten al autor sostener esta afirmación.
Justamente es Michel Goebel quien toma el período posterior al Golpe de 1955 -que define como el de la apropiación del Revisionismo por parte del Peronismo- para analizar algunas de las bases sobre las que se consolidó la amplia inserción de las ideas revisionistas en las representaciones colectivas de toda una generación de argentinos durante los años 1960s. El autor sostiene que la reformulación del imaginario histórico del peronismo fue un proceso coyuntural por dos razones. Por un lado la Revolución Libertadora se ubicó a sí misma como continuadora de la línea histórica Mayo-Caseros buscando identificar la tiranía de Rosas con la de Perón. La prensa peronista reaccionó rechazando el ideario histórico de la Revolución Libertadora al tiempo que reconsideraba la visión revisionista e invertía las valorizaciones peyorativas. De este modo fue el mismo discurso gubernamental, según el autor, el que alimentó el proceso de apropiación del revisionismo por parte del peronismo.
Paralelamente podría pensarse esta reconversión del peronismo desde el punto de vista de las estrategias de alianzas. Efectivamente se estaba dando un proceso de reconfiguración política de los grupos de oposición al gobierno de Aramburu que incluyó el acercamiento de sectores nacionalistas al peronismo. El periódico Palabra Argentina, la publicación más regular e influyente entre 1955 y 1958, fue tomada por el autor como el ejemplo más acabado de esta nueva situación.
Sin exclusiones, Goebel suma estas dos interpretaciones a las otras ya clásicas para pensar algunas de las razones que llevaron a la amplia recepción, durante los años 1960s, de la visión del pasado ofrecida por el revisionismo histórico.
Los recorridos por las distintas experiencias revisionistas presentadas por los autores de este dossier mostraron algunas coincidencias dentro de la diversidad. En todos los casos los planteos revisionistas parecieran haber gozado de un mayor grado de intervención y aceptación en aquellos momentos en que la coyuntura política y social hizo potable la identificación de los hechos históricos -supuestamente tergiversados por las “historia oficial”- con su propia marginalidad política y académica. El caso más claro, quizás, sea la impugnación de la “historia que escriben los que ganan” y su asociación con el peronismo proscripto a partir de 1955. Aunque del mismo modo puede leerse el uso del ideal federal como herramienta “antioligárquica” en momentos de la firma del tratado Roca-Runciman por parte de los hermanos Irazusta o la mirada de Herrera sobre la Guerra de la Triple Alianza para fundamentar sus propias propuestas en materia de política internacional. De este modo, desde su singularidad, los cuatro trabajos nos ofrecen lo que podría ser otra clave desde donde analizar la expansión de un fenómeno que, parafraseando a los compiladores del dossier, a pesar de los esfuerzos por decretar su muerte se resiste a desaparecer en forma definitiva.
Irene Rodríguez (UNR)
El revisionismo histórico, surgido al calor de los nacionalismos de la década del ‘30, se ha caracterizado por su notable capacidad de intervención no sólo en los debates públicos sobre nuestro pasado sino, y sobre todo, en las discusiones políticas. La oferta de una visión alternativa a la propuesta por la “historia oficial” puede ser una de las claves para analizar el interés que estos planteos despertaron no sólo en intelectuales y militantes políticos sino además en una amplia audiencia que incorporó muchas de estas interpretaciones a su imaginario político-cultural. El alcance de esta recepción y el éxito de las estrategias utilizadas por el revisionismo para lograrlo no han gozado de una atención acorde en el ámbito de los estudios académicos donde los análisis se han centrado más en los debates en torno a los contenidos que en las formas de producción y circulación de esta particular visión en la sociedad.
El presente dossier, que reúne las reflexiones de Olga Echeverría, María Laura Reali, Julio Stortini, Michael Goebel, enriquece los trabajos ya tradicionales sobre el tema. Los cuatro estudios privilegian, desde los casos particulares que abordan, un eje de análisis centrado en las condiciones que hicieron posible una intervención de estas características. Esta perspectiva permite observar la compleja articulación de la historia con la política y, como señalan Eujanian y Broda en su introducción al dossier, …de los diversos modos en que las sociedades se relacionan con sus pasados al elaborar una imagen de ellas mismas.
Olga Echeverría toma el caso de los hermanos Irazusta y su reacción frente la crisis social que adjudicaban al orden democrático liberal, ampliado por la reforma electoral de 1912. La publicación del primer número de La Nueva República en 1927 –que la autora ubica como la etapa fundacional de una identidad autoritaria de derecha- buscaba un espacio de inserción no sólo político sino también intelectual. El fracaso de los reiterados intentos de los hermanos por influir en las políticas del gobierno de Uriburu y el triunfo del Yrigoyenismo en las elecciones bonaerenses de 1931 marcaron un cambio en las posturas elitistas de este grupo. En esta etapa, que la autora denomina refundacional, el radicalismo es reivindicado como una fuerza “nacional” -en contraste con el liberalismo asociado al imperialismo británico- capaz de asegurar el control de las masas a través de la figura del caudillo. El ataque frontal a lo que denominaban la “oligarquía” liberal incluía el rechazo a una historia oficial que negaba la centralidad y legitimidad del federalismo y de la figura de Rosas en la historia del país. Con la publicación de La Argentina y el Imperialismo Británico los hermanos Irazusta lograron consolidar su prestigio intelectual y ampliar su auditorio al capitalizar el descontento provocado por la firma del tratado Roca-Runciman en 1934 y el rechazo que las mayorías sentían hacia la única beneficiaria del mismo: la “oligarquía” antinacional. El seguimiento de la trayectoria de Julio y Rodolfo Irazusta le permitió a la autora observar cómo la evolución del pensamiento de estos intelectuales los fue acercando a un público más receptivo a sus planteos y a un reconocimiento en el ámbito intelectual que no se condijo, pese a su abierto carácter militante, con la inserción política que siempre persiguieron.
El trabajo de María Laura Reali nos ubica en un escenario diferente desde donde observar las estrategias de difusión del revisionismo historiográfico. El itineriario de quien fuera su máximo exponente en la otra orilla del Plata, Luis Alberto Herrera, le ha permitido a la autora ver por un lado, las formas concretas de circulación y difusión de esta corriente historiográfica en Uruguay y, por el otro, mostrar con la elección de esta figura el vínculo entre los cambios que tienen lugar en las representaciones del pasado y la actuación de Herrera en el terreno político. Líder del Partido Nacional Uruguayo por más de treinta años y actor principal en la conformación de un movimiento revisionista en Uruguay, las batallas libradas con igual vehemencia en uno y otro campo no podrían pensarse la una sin la otra. Por el contrario es al ritmo de esta interacción donde las propuestas de Herrera, tanto políticas como historiográficas, fueron redefiniendo sus tópicos y apreciaciones. Las prácticas de difusión de sus posturas tampoco escapan a esta estrecha relación entre historia y política en tanto son las mismas redes y estrategias que le sirvieron para vehiculizar sus propuestas políticas las que Herrera utilizaría para la divulgación de su producción sobre el pasado.
Historia y política es el título del trabajo de Julio Stortini quien aborda también esta relación pero a partir del seguimiento de la trayectoria del Instituto de Investigaciones Históricas Juan M. de Rosas como principal órgano de difusión del revisionismo histórico argentino durante el gobierno peronista. La ausencia de manifestaciones explícitas en las revistas y boletines publicados durante el período permiten al autor matizar las afirmaciones de Diana Quattrocchi-Woisson sobre la creciente “peronización” del Instituto cuyo punto máximo se habría dado, para esta autora, en 1951 bajo la dirección de José María Rosa. Stortini, sin embargo, cree que la convergencia entre el revisionismo y el peronismo habría tenido lugar recién después del derrocamiento de Perón. La ausencia de apoyo oficial del gobierno peronista al Instituto; la reticencia del mismo a usar el activismo nacionalista y las escasas referencias favorables a la gestión peronista en la revista le permiten al autor sostener esta afirmación.
Justamente es Michel Goebel quien toma el período posterior al Golpe de 1955 -que define como el de la apropiación del Revisionismo por parte del Peronismo- para analizar algunas de las bases sobre las que se consolidó la amplia inserción de las ideas revisionistas en las representaciones colectivas de toda una generación de argentinos durante los años 1960s. El autor sostiene que la reformulación del imaginario histórico del peronismo fue un proceso coyuntural por dos razones. Por un lado la Revolución Libertadora se ubicó a sí misma como continuadora de la línea histórica Mayo-Caseros buscando identificar la tiranía de Rosas con la de Perón. La prensa peronista reaccionó rechazando el ideario histórico de la Revolución Libertadora al tiempo que reconsideraba la visión revisionista e invertía las valorizaciones peyorativas. De este modo fue el mismo discurso gubernamental, según el autor, el que alimentó el proceso de apropiación del revisionismo por parte del peronismo.
Paralelamente podría pensarse esta reconversión del peronismo desde el punto de vista de las estrategias de alianzas. Efectivamente se estaba dando un proceso de reconfiguración política de los grupos de oposición al gobierno de Aramburu que incluyó el acercamiento de sectores nacionalistas al peronismo. El periódico Palabra Argentina, la publicación más regular e influyente entre 1955 y 1958, fue tomada por el autor como el ejemplo más acabado de esta nueva situación.
Sin exclusiones, Goebel suma estas dos interpretaciones a las otras ya clásicas para pensar algunas de las razones que llevaron a la amplia recepción, durante los años 1960s, de la visión del pasado ofrecida por el revisionismo histórico.
Los recorridos por las distintas experiencias revisionistas presentadas por los autores de este dossier mostraron algunas coincidencias dentro de la diversidad. En todos los casos los planteos revisionistas parecieran haber gozado de un mayor grado de intervención y aceptación en aquellos momentos en que la coyuntura política y social hizo potable la identificación de los hechos históricos -supuestamente tergiversados por las “historia oficial”- con su propia marginalidad política y académica. El caso más claro, quizás, sea la impugnación de la “historia que escriben los que ganan” y su asociación con el peronismo proscripto a partir de 1955. Aunque del mismo modo puede leerse el uso del ideal federal como herramienta “antioligárquica” en momentos de la firma del tratado Roca-Runciman por parte de los hermanos Irazusta o la mirada de Herrera sobre la Guerra de la Triple Alianza para fundamentar sus propias propuestas en materia de política internacional. De este modo, desde su singularidad, los cuatro trabajos nos ofrecen lo que podría ser otra clave desde donde analizar la expansión de un fenómeno que, parafraseando a los compiladores del dossier, a pesar de los esfuerzos por decretar su muerte se resiste a desaparecer en forma definitiva.
Irene Rodríguez (UNR)
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